Cuando
pretendemos indagar sobre la presencia y participación de las mujeres en la
Revolución mexicana el primer problema al que nos enfrentamos, después de
revisar la escasa bibliografía que existe sobre el tema, (1) es el tratamiento
que en los textos de historia se le da al papel protagónico femenino.
"En
la Revolución, iniciada en 1910, la mujer poblana tuvo una participación tan
importante como ejemplar por su abnegación y valentía, y sería imperdonable que
la historia no recogiese, siquiera sea en brevísima síntesis, la labor de
tantas heroínas que contribuyeron a crear el actual orden social". (2)
Destaco
heroínas, porque es precisamente el carácter heroico, el tratamiento de vidas
ejemplares, lo que nos cierra la posibilidad de entrar en un diálogo con seres
humanos del pasado, en este caso mujeres, inquietas y conscientes algunas,
presentes la gran mayoría que participan de diversas maneras en una guerra
civil que conmocionó al país por una década, cobrando un saldo de
aproximadamente un millón de mexicanos.
La lucha
armada revolucionaria (1910-1917) contó con la participación de hombres y
mujeres en los distintos grupos, sectores y clases que trataban de dar forma a
una nueva nación.
Un
proyecto nacionalista que involucró y movilizó al campesino -la población más
numerosa de esos años-, a los obreros, a las clases medias y a la burguesía
nacional.
Con
expectativas diferentes y a veces contradictorias se integraron a las distintas
facciones revolucionarias que contendieron en la guerra civil.
Desde el movimiento
precursor magonista que actuó como fuerza de oposición a Díaz, el maderismo y
el constitucionalismo que enarbolaron la bandera de la democracia, hasta la
contrarrevolución huertista y los movimientos populares: villismo y zapatismo,
actuaron todos en defensa de sus programas y objetivos de lucha, a veces
haciendo un frente común, otras en forma independiente, y otras más
enfrentándose entre sí.
Lo cierto
es que al cabo de una década lograron transformar al país.
La
promulgación de una nueva Constitución en 1917 cierra un ciclo de guerra civil
y encauza al país por la vía institucional.
Todos
estos acontecimientos que fueron modificando a México, también fueron
transformando la vida de las mujeres.
Cambios
que no fueron consecuencia directa de la Revolución, éstos se gestaron desde
los últimos años del siglo pasado.
Bien, una
vez aclarado que nuestro interés no se centra en la vida de las heroínas, ¿qué
significa entonces hablar de la presencia de las mujeres en la Revolución
mexicana?
Significa
recuperarlas como sujetos históricos que lucharon y participaron en forma
comprometida, desde los distintos frentes, en las diversas facciones y etapas
del proceso revolucionario.
La
revisión historiográfica y la incursión en fuentes hemerográficas y de archivo
hizo posible conformar un panorama inicial sobre la participación de las
mujeres en la Revolución mexicana y estructurarlo atendiendo a una
periodización más amplia 1880-1920, que nos permita explicar el papel
desempeñado por las mujeres, así como el significado y contextualización de las
acciones que realizaron como integrantes en las diversas facciones
revolucionarias: soldaderas, empleadas, obreras, periodistas, maestras,
profesionistas; y en la lucha feminista que ya desde el porfiriato cuestionaba
el papel subordinado de la mujer, y que en el periodo revolucionario cobra
importancia, crece en participación, e incluso se hace oficial dentro del
constitucionalismo con la propuesta presentada por Hermila Galindo al Congreso
Constituyente en 1916.
Presentar
este panorama histórico es el objetivo de esta ponencia.
En las
últimas décadas del siglo pasado, la presencia de las mujeres en el escenario
político se hace más explícita, en parte como resultado de la mentalidad de
"modernidad y progreso", que caracterizó a aquella época, durante la
cual un nuevo discurso comenzó a cuestionar la función social de las mujeres y
a plantear demandas específicas de género: (3) mayor acceso a las instituciones
educativas, al trabajo remunerado, y a la participación política, las enarbolan
como bandera de lucha. Peticiones que surgen fundamentalmente de los sectores
medios ilustrados.
El
proceso de industrialización iniciado en el porfiriato abrió a las mujeres las
puertas de fábricas, talleres, comercios, oficinas públicas, (4) y amplió
también su participación dentro del magisterio.
Con la
creación de la Escuela Normal de Profesoras en 1888, la profesión de maestra
cobró una importancia que hasta entonces no tenía; mientras que al inicio del
régimen 58.33% del profesorado eran hombres y 25% mujeres, para 1900 la
proporción se había invertido en 32.50% hombres y 67.50% mujeres, y en 1907 las
estadísticas registran 21.71% hombres y 78.29% mujeres. (5)
Con ello
el magisterio se convirtió en la gran oportunidad de profesionalización para la
mayoría de las mujeres.
La
Escuela de Artes y Oficios y la Mercantil "Miguel Lerdo de Tejada" de
Señoritas, fueron también otra opción de desarrollo profesional en ciertos
sectores sociales, y en menor escala el periodismo y las letras.
La mujer
empieza a salir de los estrechos límites del hogar para desarrollar otras
actividades, preocupación que se expresa en la prensa de la época, en tanto la
emancipación podía significar la renuncia de ellas a su función
"natural" de esposas y madres.
El
Clarín, periódico de Guadalajara publicaba al respecto:
"Las
señoras y señoritas de la capital muy activas, asaz varoniles que pronuncian
discursos, componen piezas musicales y abrazan y besan en público [...] esos
arranques viriles del sexo débil, francamente no nos gustan; saquen ustedes a
la mujer de su natural esfera de acción, sepárenla de la tarea de pegar
botones, de confeccionar un guiso ó de enseñarles una oración a los chicos
[...] y lo habrán hechado todo a perder por más que en lo contrario opina la
renombrada escritora Dña. Concepción Gimeno de Flaquer. La mujer a sus labores:
eso de decir discursos y encabezar motines, se queda para nosotros que llevamos
pantalones. No hay que confundir los sexos". (6)
El
Colmillo Público, de la ciudad de México declaraba:
"Las
mujeres que hablan de feminismo no son buenas, y quieren llamarse en vez de
malas, adelantadas y liberales, que es nombre que suena mejor". (7)
La
influencia de los movimientos feministas europeos y del sufragista
estadunidense se deja sentir en los escritos de un grupo de mujeres, que se
convierten en portavoces de las ideas emancipadoras, aprovechando el espíritu
progresista e innovador de la época.
Desde
finales del siglo XIX la prensa constituyó el espacio donde ese sector femenino
expresó la necesidad de redefinir no sólo la función social de la mujer, sino
de luchar por su emancipación por medio del estudio y del trabajo remunerado.
(8)
Este
grupo de mujeres comienza a manifestar sus opiniones en periódicos y revistas
femeninas.
La Mujer,
La Mujer Mexicana, El Álbum de la Mujer, El Correo de las Señoras, Violetas de
Anáhuac, entre otras, concebidas por y para mujeres, nos dan cuenta del interés
de esas nuevas generaciones por comunicarse; fue la pluma de profesoras,
escritoras y profesionistas (9) la que inicia un cuestionamiento sobre la
desigualdad intelectual entre los sexos, y se expresa a favor de la
emancipación femenina en términos de educación e ilustración igualitaria que
les permitiera participar en los distintos campos de la cultura y la política.
No
obstante su reducido número, se dieron a la tarea de reflexionar sobre los
derechos y prerrogativas de las mujeres mexicanas, convirtiéndose en la
vanguardia dedicada a elaborar las primeras reivindicaciones.
También
constituyeron en 1904, la primera organización feminista denominada Sociedad
Protectora de la Mujer, integrada por María Sandoval de Zarco (la primera
abogada graduada en México en 1889) y por otras mujeres profesionistas
preocupadas "por lograr el perfeccionamiento físico, intelectual y moral
de la mujer, el cultivo de las ciencias, las bellas artes y la industria".
Se
ocuparon además de defender a las mujeres presas y perseguidas por cuestiones
políticas. (10)
Por su parte,
la prensa obrera, respecto a las mujeres, se encarga de denunciar sus problemas
laborales.
La
explotación que vive este sector proletario (bajos salarios, largas jornadas de
trabajo, carencia de prestaciones, situación de las organizaciones gremiales,
etc.) son los temas más recurrentes, sin dejar de reiterar las prescripciones
propias de una moral burguesa.
La
importancia de la función en la sociedad de las mujeres como esposas y madres,
la necesidad de educación como medio para emanciparlas, y la lucha por mejores
condiciones de trabajo para evitar la prostitución. (11)
En los
primeros años del siglo XX empiezan a surgir organizaciones de trabajadoras
(integradas por maestras normalistas y obreras textileras principalmente) que
se vinculan al Partido Liberal Mexicano desarrollando una intensa labor
política en contra del régimen de Díaz, lo que causó la persecución y el
encarcelamiento de algunas de sus integrantes.
Juana
Belén Gutiérrez de Mendoza (editora del seminario Vésper); (12) Dolores Jiménez
y Muro (colaboradora en la revista La Mujer Mexicana, redactora y firmante del
Plan político-social de la Sierra de Guerrero, el antecedente más inmediato del
Plan de Ayala, documentos en el que también participa de su elaboración, (13) y
Elisa Acuña y Rosetti (integrante del centro director de la Confederación de
Clubes Liberales en 1903 y editora de La Guillotina, periódico que ella misma
financiaba) fundaron en la cárcel la sociedad "Hijas de Cuauhtémoc".
Además de
protestar por los excesos cometidos en el porfiriato y pronunciarse a favor del
antirreeleccioriismo, se expresaron partidarias del reconocimiento de la
igualdad de la mujer con el hombre.
Otra de
las primeras organizaciones revolucionarias que hizo suyo el Programa del
Partido Liberal Mexicano fue la denominda Hijas de Anáhuac, fundada en Tizapán,
D.F., en 1907, por obreras textileras.
Además de
luchar por los principios del magonismo (motivo por el que algunas de sus
dirigentes padecieron arrestos y encarcelamientos), se pronunciaron a favor del
mejoramiento social de la mujer obrera. (14)
Todas
estas mujeres fueron propagandistas activas de las ideas del magonismo y las
que sobrevivieron más tarde fueron protagonistas en el movimiento armado.
No fue
entonces a partir de 1910 que se empezó a cuestionar la condición subordinada
de la mujer, ya que si bien la Revolución mexicana es un verdadero parteaguas,
alteró y modificó sus formas de vida, antes de esta revuelta existió gran
participación femenina en distintos ámbitos y niveles.
LAS SOLDADERAS
La mujer
no se incorporó a "la bola" por primera vez en la Revolución, durante
los conflictos armados que vivió el país a lo largo del siglo XIX, a la mujer
del campo, compañera del soldado federal (por extensión llamada
"soldadera"), la vemos enrolada en los ejércitos, desempeñando además
de las tareas tradicionales las que surgen como parte de la guerra.
Julio
Guerrero en su libro La génesis del crimen en México, publicado en 1901, aporta
una caracterización de las soldaderas decimonónicas:
"Estas
mujeres durante el día no tienen más hogar que la calle; y la cuadra del
cuartel en la noche. Sentadas en la banqueta, con el perro á sus pies, y el
muchacho recostado contra el canasto, forman frente á los cuarteles, grupos que
ocupan media calle; acompañan al marido ó amacio en sus marchas militares,
llevando á cuestas al niño de brazos, al canasto lleno con ropa y los trastos
de guisar [...] La mayor parte son concubinas de los soldados pero fieles, y
jamás tienen dos amacios á la vez [...] Son celosas y valientes, habiendo,
muchas veces, saqueado las poblaciones pequeñas; pues se encargan de procurar alimentos
á la tropa; y los consiguen por la fuerza, cuando los rehusan los dueños de
tiendas, corrales ó rancherías". (15)
Si bien
es cierto, las imágenes de las soldaderas que conocemos son producto de la
Revolución; las recrean los corridos, los archivos fotográficos guardan en sus
negativos tanto escenas de vida cotidiana en los campamentos, como las más
difundidas en las que las vemos retratadas portando carabinas y cananas, los
pintores las han inmortalizado en sus murales, descripciones de viajeros y novelas
de la época registran sobre todo las hazañas de coronelas y generalas que
tuvieron mando de tropa. (16)
La gran
mayoría de mujeres campesinas se incorporan a los distintos ejércitos en
función de su lugar de origen, acompañando al padre, esposo o hermano, por
propia voluntad o bajo el viejo sistema de leva.
El rapto
y la violación fueron actos de agresión que las mujeres padecieron en este
periodo de ilegalidad y en nombre de las distintas facciones. Diversos relatos
hablan de esos abusos sexuales.
"En
el norte reina una total ilegalidad, en cualquier parte los hermanos se matan
entre sí, en tanto que a las hermanas las reparten como botín; (17)
"Una
vez mi mamá me puso ropa de mi abuelita; mi abuelita ya había muerto, me puso
unas enaguas y me sacaron a que fuera yo a moler nixtamal; y ¡que llegan los
zapatistas aventando la puerta! [. . .] ¿Qué querían? preguntó [mi mamá] a los
zapatistas. Pues unas gordas, algo de comer.
"Dice
ella: pues, apenas está moliendo ella. Ahorita les hago unas memelas y vienen.
¡váyanse y den la vuelta! Ya pa' que te vayas p'alla, me dijo a mí. Si no,
¡capaz que te llevan! Yo tenía quince años.
"Se
llevaron de aquí varias muchachas de soldaderas. Aquí de "La Fama";
se las llevaron a la fuerza. Pues ¡quién se iba con un calzonudo. (18)
"En
el pueblo de Namiquipa, Villa lo sitió y ordenó matar a todos los hombres y las
mujeres se las echó a la tropa... porque creía que eran enemigos de él, porque
lo habían... él decía que lo habían traicionado. (19)
"También
los carrancistas en Rubio, también se trajeron como unas catorce muchachas y
hasta se querían traer mujeres casadas, y así". (20)
Temas
como la violencia hacia las mujeres y la prostitución, no han sido abordados en
forma sistemática.
Esta
última reglamentada en el porfiriato, por considerarse "un mal
necesario", vivió en la clandestinidad durante la Revolución.
Los
burdeles representaron para muchas mujeres indigentes una forma de
sobrevivencia; para otras quizá, la posibilidad de encauzar una sexualidad
reprimida, que por tantos años había imperado como norma socialmente aceptada.
Incorporadas
las soldaderas en los distintos grupos revolucionarios, participaron de muy
diversas maneras.
"Encargadas
de las tareas domésticas, como siempre, pero en tiempos de guerra en medio de
condiciones más adversas, peregrinando de un lugar a otro, pernoctando en los
campamentos improvisados, se ocuparon no sólo de alimentar a la tropa, lavar la
ropa y cuidar a los hijos, sino también de atender a los heridos, servir de
correos y de espías en los pueblos, abastecer de armas y brindar compañía
sexual a sus hombres". (21)
Narraciones
de mujeres zapatistas cuentan cómo fue su incorporación al ejército y describen
su vida en los campamentos.
"Me
fui porque quemaron Huitzilac y despoblaron, y claro que quemaron merito en
1911, cuando nos despoblaron. Cuando estalló la Revolución fue en 1910, hubo
sitio, de ese sitio, al año como quien dice, sembramos nuestro granito de maíz,
pero todo se quedó, trapos y ¡qué se entiende! todo se quedó ahí en la casa,
todo... Entraron a quemar pero fue el gobierno, no los zapatistas, entró el
gobierno. [A los hombres] se los llevaban lejos a guerrear y nosotras en el
campamento. Pero nos dejaban un resguardo, por alguna cosa que hubiera. (22)
"Las
esposas de los generales siguieron a sus hombres porque no había gente que les
hiciera de comer, no había nadien, no sabían hacer nada y los soldados que
llevaban sus esposas no querían tampoco que les ayudaran porque también ellas
se cansaban. Andábamos todas con ellos en el monte, todos, sí. La vida en los
campamentos era muy triste, muy dura". (23)
Un
numeroso contingente de soldaderas, en el silencio y desde la invisibilidad
cumplieron el importante objetivo de sostener la vida cotidiana de sus
"juanes".
Cabría
subrayar, sin embargo, que además de realizar las faenas domésticas
desempeñaron tareas de mayor riesgo.
Un
informante relata:
"Las
mujeres con Villa tenían mucho corazón y mucho valor, eran espías en los
campamentos federales, se hacían pasar como vendedoras, la tropa les decía
"Marías", así ellas se fijaban en las trincheras, en el armamento,
escuchaban de los movimientos y luego iban e informaban al general Villa".
(24)
Muchas
mujeres participaron como combatientes en las batallas, algunas ocupando el
lugar del marido muerto -heredando incluso el grado militar- lograron ganarse
el respeto de sus subordinados, otras haciéndose pasar por hombres se pierden
entre la tropa y algunas más en forma sanguinaria implantaron justicia por
propia mano. (25)
La
literatura ha elaborado un estereotipo de estas soldaderas dotándolas de
características tradicionalmente masculinas: la valentía, el aplomo y la
bravura son atributos que se destacan en ellas.
Platica
Tomasa García:
"A
todas nos decían adelitas, pero la mera Adelita era de Ciudad Juárez ... ella
decía: ¡Órale! Éntrenle y el que tenga miedo que se quede a cocer frijoles ...
Éramos muchas: la Petra, la Soledá ... y la mayoría sí servíamos para
combatir". (26)
Los
papeles, aunque definidos ancestralmente, fueron trastocados en la Revolución,
nuevas formas de relación se establecen entre hombres y mujeres, se rompen
esquemas que habían imperado como norma de conducta.
La
presencia femenina en la Revolución no se limita, empero, a las soldaderas; en
ella participaron mujeres de distintos estratos sociales, en las distintas
facciones y desde los distintos frentes:
"Las
mujeres trabajaron como despachadoras de trenes, telegrafistas, enfermeras,
farmacéuticas, empleadas de oficina, reporteras, editoras de periódicos,
mujeres de negocios y maestras". (27)
POR MARTHA EVA TOXHA ISLAS
Fuente:
Martha Eva Rocha Islas. "Presencia de las
Mujeres en la
Revolución Mexicana: Soldaderas y Revolucionarias ", en
Memoria del Congreso Internacional sobre la
Revolución Mexicana. Gobierno del Estado de
San Luis Potosí / Instituto Nacional de Estudios Históricos
de la Revolución Mexicana de la Secretaría de Gobernación.
Del 1o. al 5 de octubre de 1991, en el Teatro de la Paz,
de la ciudad de San Luis Potosí, S.L.P.
México, 1991, Tomo I – Páginas 182-197.
Revolución Mexicana: Soldaderas y Revolucionarias ", en
Memoria del Congreso Internacional sobre la
Revolución Mexicana. Gobierno del Estado de
San Luis Potosí / Instituto Nacional de Estudios Históricos
de la Revolución Mexicana de la Secretaría de Gobernación.
Del 1o. al 5 de octubre de 1991, en el Teatro de la Paz,
de la ciudad de San Luis Potosí, S.L.P.
México, 1991, Tomo I – Páginas 182-197.
QUE TIEMPOS AQUELLOS... DE VERDAD QUE SE LES AGRADECE A TODAS A QUELLAS LUCHADORAS DE LA RELOCUCIÓN POR QUE GRACIAS A MUCHAS DE ELLAS HOY PODEMOS EXPRESARNOS, VESTIRNOS Y MANIFESTARNOS EN TODOS LOS SENTIDOS COMO NOSOTRO QUERAMOS!!
ResponderEliminar