jueves, 28 de enero de 2016

Darwin destapa las tretas legales de los enemigos de la evolución.

Un estudio de 'Science' usa la biología evolutiva para revelar las estrategias de los creacionistas, que pretenden sacar la ciencia de las escuelas.

Desde hace ya un siglo, en las escuelas de EE UU se libra una guerra para borrar la ciencia del programa educativo. Esencialmente, todo lo que suena a Charles Darwin es una herejía entre los ultraconservadores de los estados del sur. Por medio de innumerables argucias legales, los políticos que representan a esta derecha fundamentalista pretenden eliminar la evolución de la enseñanza. Es el llamado creacionismo, que pelea por conseguir que los escolares aprendan que la vida solo se explica gracias a Dios. Y ahora sabemos que este movimiento se desarrolla y evoluciona como los seres vivos, dejando su herencia genética de ley en ley, con propuestas normativas cada vez más avanzadas, mejor adaptadas a su entorno, para lograr triunfar dentro del ecosistema jurídico.

"Hoy, uno de cada ocho profesores de biología en los institutos considera el creacionismo como científicamente creíble y estos proyectos de ley empeoran la situación"

"El antievolucionismo sigue vivo y coleando... y en evolución", ironiza el biólogo evolutivo Nick Matzke, queacaba de publicar en Science un original estudio sobre el creacionismo. Matzke usa a Darwin y las herramientas científicas que se derivan de su trabajo para hacer un repaso de las intentonas legales de los ultras estadounidenses para conseguir que los colegios enseñen la Biblia en clase de Ciencias. Porque el creacionismo es muy testarudo y, como la vida, se abre paso adaptándose a la situación para conseguir reproducirse.
"Hoy, uno de cada ocho profesores de biología en los institutos considera el creacionismo como científicamente creíble y estos proyectos de ley empeoran la situación", critica Matzke, que ha analizado las 71 normativas que se han presentado en 16 estados distintos. Para desentrañar los secretos que este movimiento oculta en su ADN los ha comparado por medio de las herramientas estadísticas de biología evolutiva. Así, ha descubierto que proceden de ancestros —legales— comunes y que se producen pequeños cambios en el código genético de una norma hasta la siguiente, como si fueran seres vivos, conseguiendo adaptarse mejor a su entorno. Las leyes creacionistas le dan la razón a Darwin.
A partir de 1968 comenzó la segunda oleada de intentos por enterrar a Darwin en los colegios, según el análisis filogenético de los textos legales que ha realizado Matzke. La estrategia ahora evitaba la confrontación directa y sugería que debían enseñarse otras "teorías" para explicar la vida en la Tierra: el diseño inteligente, que sostiene que hay una mano divina detrás de todo. Esta nueva estrategia fracasó judicialmente en 2005 porque se le veían las costuras religiosas: la fijación con la evolución demuestra que no hay interés por la ciencia sino por la Biblia.

Para sortear las pegas constitucionales sobre la fe, se amplía el espectro de propuestas científicas cuestionadas, desde el cambio global hasta la clonación, para sugerir que la ciencia es algo controvertido y que los maestros deben mostrar esas dudas en clase. "Muchos estados no pasarán leyes de este tipo. Sin embargo, algunos otros sí, y creo que el riesgo es mayor en los estados conservadores con una historia pasada de antievolutionismo", advierte el biólogo evolutivo de la Universidad Nacional de Australia.
En estos momentos, el clima político en EE UU es bastante peligroso para la ciencia, ya que el Congreso está en manos del "grupo de políticos más anticientífico que este país ha visto en décadas" y lo que se ha podido oír a los candidatos republicanos a presidente no augura ninguna mejoría: "El presidente tiene un papel muy relevante en la elección de jueces federales y del Tribunal Supremo. Esto va a ser muy importante en las futuras batallas judiciales entre evolución y creacionismo, así como otros problemas relativos a la separación de Iglesia y Estado", advierte Matzke



 

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